COLAN CONHUE - Río Negro (2010)

lunes, 10 de abril de 2017

Las personas inesperadas

Vivimos en un mundo cada vez más “líquido”, en términos de Bauman. Las sociedades tienden a centrarse en el individuo por sobre lo colectivo, y los lazos de solidaridad sólo se ven en pequeñas poblaciones (y hasta por ahí nomás).
La creación de vínculos sólidos es cada vez más difícil, porque esta vida marcada por el consumo nos impone día a día un ritmo casi imposible de seguir. Lo que ayer era tendencia hoy ya está “out” y hay que ir a por lo nuevo, por lo último. Esto aplica tanto a los de “cuarenti…” como yo, a los jóvenes, y particularmente a los adolescentes y niños, a quienes parece dirigirse con mayor insistencia el armamento publicitario que crea sin solución de continuidad nuevas y urgentes necesidades ficticias.
Pienso que los artilugios tecnológicos son el más claro exponente de este fenómeno a nivel hogareño. El celular del año pasado –que funciona perfectamente y hasta excede las necesidades y uso concreto que le da el usuario-, es reemplazado por otro que permite por ejemplo contar cuántos pasos caminaste desde tu casa a la parada del subte. Y me pregunto: ¿en serio? ¿Es una función esencial que justifica el estipendio de no menos de diez o quince mil pesos en algo que el año que viene vas a volver a “actualizar”?.
Y eso les transmitimos a los más chicos. La mochila intacta del año pasado ya no va, hay que cambiarla por una más “cool”. Y así podríamos seguir ad infinitum.
Es cierto, por otro lado, que muchas veces es muy difícil sustraerse a esa vorágine que, aunque no queramos, termina arrastrándonos en mayor o menor medida.
Entonces se me amontonan interrogantes cuya respuesta es tan clara como compleja. ¿A dónde vamos a llegar con esta locura? ¿Nos damos cuenta de que todas estas banalidades no conducen a otra cosa que a la acumulación de trastos que vamos dejando de lado, que un día nos van a rodear hasta casi asfixiarnos?
Cuando llego a este punto de mis propias reflexiones y empiezo a ver las cosas de un tono gris aburrido, chato y desesperanzador; siempre, indefectiblemente, la vida o el destino –como más les guste llamarlo-, se empeña en contradecirme. Me sacude los hombros y me despeja las ideas. ¿Cómo? Poniendo en mi camino a personas que también sueñan, que también disfrutan de un café y una buena charla, que vuelan –literal y literariamente-, que si tropezás te sacuden la tierra de las rodillas y te alientan a seguir caminando.
Son personas inesperadas, regalos imprevistos de la vida que te llenan el alma; con quienes estás aunque no estés, y están con vos aunque haga meses que no los ves.
A lo largo de estos 46 primeros años, cada etapa del recorrido me premió, andá a saber por qué, con entrañables compañeros de ruta.
Algunos que pasaron fugazmente, en el momento justo para rescatarme y luego perderse en el tiempo y quedarse en los recuerdos. Son esos que acompañaron los primeros pasos de la adolescencia y la vida adulta; cuando vivimos los problemas como abismos imposibles de sortear y que en perspectiva, al madurar, nos parecen pavadas. Muchas personas que entraron a nuestra vida para dejar su huella y luego desaparecer.
Con el correr de los años cuesta más abrirse, abrir el corazón. Los porrazos que nos fuimos dando nos endurecieron un poco la piel, confiamos menos, analizamos más.
Pero otra vez ella, la vida, se ocupa de acomodarte las ideas; y cuando menos lo esperás te cruza de prepo con las personas justas, en los momentos indicados.
Estas reflexiones van dedicas a esos locos lindos, a quienes deseo homenajear narrando algunas sencillas anécdotas que nos tocó compartir; gestos de enorme valor que han tenido para conmigo; experiencias que hacen que esos lazos que me vinculan a ellos (a ustedes, en realidad) sean más complejos que aquellos de la adolescencia, pero también más intensos.
I.              Los Comunes:
Agosto de 2013 me reunió en un aula con grupo de lo más heterogéneo, desde las edades, profesiones, intereses, historias de vida, en fin. Único punto en común: trabajar en la administración pública nacional.
Éramos casi cuarenta arrancando esa diplomatura en políticas públicas, de los que, pasando los meses, quedamos apenas trece. Y ese número que suele gozar de tan mala fama, fue realmente un número mágico y virtuoso.
Hablar de solidaridad, compañerismo, colaboración mutua, es quedarme muy corta. Ni los mismos docentes podían creer que aprovechásemos los intermedios para tomar café todos juntos, o mate, o celebrar el cumpleaños de quien tocara. Con torta y todo. O mejor, de ser posible, con el excelso budín de mandarinas de Paola.
Compartimos momentos de mucha alegría, mucha risa, y también de los otros. Y así fuimos cobrando dimensión de en qué nos habíamos convertido.
Cuando se accidentó el hijo de Miguel en la moto y Stella se movió con todo para contactarlo con el equipo médico del Argerich; cuando operaron a mi mamá y se presentaron tantos donantes de sangre que ya los mandaban de vuelta; Marcela informándonos a todos cuando lo intervinieron a Omar… y otros tantos eventos serios.
Volviendo atrás: ¿por qué “Los Comunes”? Simple. El diplomado se dividía en dos, el Superior y el… nadie sabía bien cómo llamarlo y un día uno de los docentes lo citó como “el común”. Ergo, nosotros éramos los “comunes”, y así medio con bronca y medio en joda, empezamos a auto denominarnos.
Y se armó el grupo de whatsapp. Uffff! Esos grupos de los que a veces tanto renegamos y terminamos silenciando. Pero hasta en eso resultó distinto. Hoy quedamos seis o siete en comunicación permanente. Y es maravilloso. Esperar el saludo diario, comentarnos acontecimientos personales, laborales, ayudarnos, apoyarnos, hacer catarsis. Teniendo a “La Comuna” –tal el nombre oficial del grupo-, imposible sentirse solo.
Estando lejos en el interior, laburando y agotada, siempre llegaba –y siguen llegando-, un comentario mordaz de Pao, un mensaje tranquilizador de Elvira, las imágenes y videítos del Sensei (alias Cristian), fotos que sube Ceci de los manjares que cocina, reflexiones de Dani y Ana (que se fue pero se quedó), los chiquis de Eri, chistes de Miguel, consejos informáticos de Ale… En fin. Se terminan generando las conversaciones más locas, las ideas más desopilantes (Pao y yo cual divas de calle Corrientes en un zampi del depósito), que son un enorme consuelo y cálido remedio contra el cansancio.

Pero un episodio en particular me llegó al alma y aun lo atesoro. Se festejaba en el aula el cumple de Pao y yo estaba de viaje por trabajo, lamentando realmente perdérmelo. A mitad de la mañana me llegó un mensajito. Juro que no me puse a llorar porque había gente: todo el grupo se juntó ante el pizarrón posando para la foto, y ahí, con tiza blanca, estaba escrito un MARU bien grande y dibujada una cabellera llena de rulos (by Sensei). Estando a más de mil kilómetros de distancia, nunca me hicieron sentir más cerca y más presente que en esa oportunidad. Fue un gesto único e inolvidable.
Y “Los Comunes” seguimos juntos por la vida en nuestra “Comuna” de locos inofensivos.
II.            Los 21. (Anticipo)
Dicen que los seres humanos adquirimos hábitos que representan un anclaje, un vínculo con el mundo en el que nos toca vivir.
No tengo muchos, lo reconozco, pero uno ya supera los 15 años, y contando: el cafecito en la máquina del piso 21. Llegamos a ser cinco quienes cumplíamos el rito diario del “Tortoni” (así llamamos a la máquina), casi religiosamente, a las 11, como la misa.
De a poco y por distintos motivos, el grupo se fue reduciendo (Osval, parece mentira que ya hayan pasado cinco años desde que nos dejaste). Y así, de golpe, me encontré bajando sola celebrar ese ritual diario que había ido perdiendo encanto hasta volverse casi mecánico.
Pero como dice Rubén Blades, la vida te da sorpresas.
Y esas sorpresas llegan en forma de esas personas inesperadas de las que vengo hablando: que son capaces de batirte un café instantáneo cuando no hay fichas; que comparten anécdotas que dan color y sabor a un capuccino a veces lavado; que con verte la cara saben cómo te sentís; que los viernes te convidan caramelos sin los cuales los viernes ya no serían viernes; que comparten una misma pasión y te alientan para que de una vez, a los casi 47, te atrevas a abrir las alas y volar. ¡Sí, volar!

Pero bueno, les cuento en la próxima.

jueves, 30 de marzo de 2017

Hacía mucho, pero mucho tiempo que no volvía a este espacio. Este rincón de anécdotas que mal llamo "publicaciones", o mal digo que "comparto", porque son más para mí misma que otra cosa.
O no. En realidad sí las comparto. Se las cuento a quien tenga ganas de leerlas, a quien como yo sienta en el alma esa inquietud permanente por moverse, viajar, volar, conocer; recordando que a veces puede hacerse sin moverse de donde estamos: con un buen libro, con la atrapante narración de amigo que nos cuenta una anécdota... ya nos estamos transportando.

Para reinaugurar(me) este compendio desordenado de reflexiones, relatos, experiencias, publico una que me quedó en el tintero en 2012. El borrador listo pero sin oprimir (vaya a saber por qué) el botón naranja de "publicar". Va.

Las últimas semanas fueron como un torbellino, al punto que ya no sabía en qué ciudad me estaba despertando.
Dos viajes a Formosa (mi querida Formosa), y finalmente un último a Misiones.
¡Qué contrastes! Esa Formosa tan llana, tan lineal a lo largo de la interminable ruta 81. Sólo algunos macizos de palmeras sobresalen a la chatura general del paisaje. Un paisaje que sin embargo está tan cargado de sensaciones para mí. Para compartir esas sensaciones con ustedes, a continuación publico un pequeño relato, "Las tres lágrimas", que refieren a una experiencia muy movilizadora que me tocó vivir.
El cambio, el contraste con la topografía y el panorama misionero es brutal.
Los caminos rectos y nivelados dan paso a otros retorcidos como culebras, con subidas y bajadas tan pronunciadas como las curvas que acompañan cualquier recorrido en la provincia.
En cuanto a la vegetación, los colores... Aquí la naturaleza fue monstruosamente pródiga. La cantidad, la intensidad y variedad de los verdes hipnotizan tanto a la luz del sol como bajo el velo plateado de la lluvia, o la neblina que nunca falta. El tamaño de las plantas, de sus hojas, resulta exagerado. Todo aquí es más exuberante.
Caminos que rodean sierras, que bordean profundidades colmadas de vegetación, una vegetación que en horas tempranas parece una imagen fantasmagórica entre retazos de una neblina que se resiste a elevarse e irse, teñida de reflejos dorados o multicolores, a medida que van cambiando los matices sutiles de la luz que cobra cada vez más intensidad...
Misiones me transmite eso. Desproporción, misterio, verde, aventura. ¿Y a ustedes?

Va el relato...
La chata roja devoraba kilómetros mientras volvíamos a Formosa desde el oeste. Después de la lluvia, el asfalto parecía una cinta plateada e interminable, casi eterna, por la que transitábamos compartiendo mates y charlas casi tan largas como el camino.
Hacía un rato que había parado de llover; y de a poco, empezaban a abrirse huecos entre las nubes que dejaban pasar los rayos dorados del sol atardecido.
Realmente era un espectáculo magnífico que se presentaba ante los tres. El cielo iba abriéndose y rompiéndose en infinidad de tonos, desde el rosa furioso al turquesa, pasando por el violeta, el oro, era increíble.
La inmensidad llana del paisaje, interrumpida sólo por los penachos de algunas palmeras, nos permitía apreciarlo a pleno.
En eso, José toma un cassette y me dice: "quiero hacerte escuchar algo, porque independientemente de que profeses o no alguna religión, estoy seguro de que te va a gustar".
Obviamente asentí, y la música invadió la cabina de la camioneta. Era el Ave María, el que todos conocemos, pero cantado por un coro de chicos guaraníes.
De repente, y a medida que avanzaba la cinta, fue como si se hubiera producido un silencio, un vacío total en el que sólo destacaban las notas dulces y armoniosas de esas voces infantiles.
La camioneta, el camino, el cansancio, dejaron de existir. Sólo ese cielo luminoso, policromo y único; y esas voces igualmente únicas.
Juro que la sensación del momento era una y muchas a la vez. Un nudo en la garganta, la conciencia de estar viviendo un momento mágico, trascendente e irrepetible. Y ese nudo fluyó de la garganta a los ojos en forma de un caudal incontenible de lágrimas.
Y sintiendo eso, miré a los dos hombres que me acompañaban. Y lo que vi me sorprendió, o no tanto.
Los tres, "gente grande", cansados, sucios, mojados, teníamos las caras surcadas de un llanto nacido de la profundidad de nuestras almas, movidos por una emoción tan intensa como inexplicable. O sí se puede explicar. La conjunción de esa música maravillosa cantada por voces igualmente bellas; el sol y el cielo después de la tormenta, toda esa magia junta; nos reconciliaba con el mundo. A pesar de todos los sinsabores (de ese viaje y de la vida), instantes como ese nos devuelven un poco de paz,  de una felicidad chiquita pero gigante. Y nos acercan un poco al misterio de la creación.

Terminó el cassette. Paramos en una YPF a cargar agua, y seguimos viaje.

domingo, 30 de septiembre de 2012

miércoles, 8 de agosto de 2012

Otras formas de conocer el mundo...

Hay otras formas de viajar, para las que no necesitamos pasajes, valijas, pasaportes... sólo una mente abierta y un poco de imaginación.
Además es barata (a veces gratis).
Leer nos abre ventanas a mundos desconocidos y alternativos, reales o ficticios. Con un libro nunca estamos solos, puede acompañarnos en el tren, el subte, la sala de espera de un consultorio, en casa. En fin, es un amigo siempre dispuesto.
Hace poco se fue un gran escritor, Ray Bradbury. Nos dejó un legado impresionante de obras que, aunque encuadran en el género de la ciencia ficción, al leer entre líneas, podés darte cuenta que si bien el contexto temporal o geográfico son imaginarios, las situaciones planteadas son reales y de una vigencia permanente.
Este libro en particular, que estoy releyendo por enésima vez, nos lleva a Venus, Marte, el espacio. Nos hace viajar en cohetes, habitar casas automáticas. El "futuro" se desarrolla tanto en 1969 (ela primera edición es de 1955), como en el 2120.
Algunas cosas nos pueden causar gracia, como la visión futurista que se tenía de algunos elementos de uso cotidiano. 
Pero las relaciones, reacciones, grandeza y miserias humanas no son imaginarias. Bradbury imprime en cada cuento un análisis sociológico y del individuo que no ha perdido actualidad.
En fin, les propongo que lo lean , que viajen muy lejos, y si tienen ganas a la vuelta me cuenten cómo les fue. (Acá les dejo el enlace por si quieren bajarlo http://www.ict.edu.mx/acervo_hermeneutica_ray_El%20hombre%20ilustrado%20Ray%20Bradbury.pdf

La Viajera

jueves, 26 de julio de 2012

Terminó el periplo jujeño, y debo reconocer que con un saldo agridulce. 

 Tuve la fortuna de conocer gente interesante y paisajes de belleza indescriptible, pero la altura me jugó esta vez una mala pasada.
Hicimos base en Yavi y, la verdad, fue un gran error en esta época del año (pero bueno, de los errores se aprende). La temperatura era muy baja y la hostería -bella y pintoresca, por cierto- no estaba suficientemente calefaccionada.
Si a esto agregamos un apunamiento atroz que me dejó de cama todo un día, casi se podría decir que parte del viaje fue una pesadilla.
Pero como todo, tuvo su yin y su yang. 
En la comunidad de Ojo de Agua me encontré con personas maravillosas, con ganas de compartir sus logros, sus trabajos, sus dificultades... Entre sus éxitos está la formación del Sportivo Racing de Ojo de Agua, su club de fútbol, y la inscripción de la AFA. ¡Hasta me trajeron los trofeos conquistados para que los vea! (va foto con el grupo y las copas).
La Puna encierra una gran belleza, despojada, solitaria, casi despiadada. Y en ella Yavi es una pequeña perla cargada de historia. Su iglesia colmada de piezas de un arte exquisito. El museo del marquesado de Tojo, que nos muestra que no todos los españoles de principios del siglo XIX eran realistas...
 En definitiva, es un viaje más que recomendable. Eso sí: ¡traten de hacerlo en épocas de clima más benigno!

domingo, 17 de junio de 2012

Hoy 16 de junio se celebra el día del padre en todo el país, y los chicos en la mayoría de las escuelas preparan regalitos con sus propias manos con la guía y ayuda de sus maestros.
Aun recuerdo los ceniceros tallados en panes de jabón blanco, o modelados en arcilla. Los dibujitos. Los cuelgallaves para la pared...
Hoy tengo 41 años, y hace 5 que perdí a mi viejo, y lo extraño. Nunca fue perfecto, a lo largo de mi vida le reproché muchas cosas (aunque nunca se lo dijera), pero con el correr del tiempo me dí cuenta que los padres (ambos) hacen las cosas lo mejor que pueden y atesoro su recuerdo, con defectos y todo.
Pero todas estas reflexiones me llevaron a pensar ¿qué pasa con los miles de chicos que por una causa u otra no tienen papá, porque se fue, porque murió?.
¿Qué pensarán y sentirán esos nenes al comparar su realidad con la de sus compañeros? ¿qué preguntarán a sus mamás? Y ellas ¿que sentirán ante esa pregunta y las complejidades de dar a sus hijos una respuesta que medianamente coherente, mientras tratan de no quebrarse y mostrar sus propias heridas?.
Un caso así me toca muy de cerca.
Por eso, más allá de desear feliz día a todos los papás respetando las convenciones sociales (y comerciales) vigentes, estoy convencida de que deberíamos dejar de lado festejos netamente comerciales.
Celebremos al nuestros padres y madres todos los días, mientras los tengamos. Y cuando ya no estén con nosotros, recordémoslos siempre, que es una forma de tenerlos cerca.

martes, 12 de junio de 2012

Hola a todos! para que este blog haga honor a su nombre, en este post quiero compartir con todos una hermosa experiencia de mi último viaje.
Comodoro Rivadavia es una ciudad fundamentalmente petrolera. Si bien su nacimiento es previo al hallazgo de petróleo en la zona, su historia crece alrededor de éste.
En oportunidad de mi breve paso por esa ciudad, pude visitar el Museo del Petróleo, fundado por YPF y que merced a los avatares de su privatización, es actualmente administrado por la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.
Entre muchos de los puntos relevantes que puedo narrarles destaco dos:
- En primer lugar, que contra todo lo que nos enseñaron en la escuela (que un Sr. llamado Mosconi descubrió petróleo en el país) esto no fue así. Ya se explotaba el hidrocarburo en otras provincia como Salta desde mediados del siglo XIX; la gran diferencia es que los de Comodoro Rivadavia fueron los primeros en ser explotados y administrados por el Estado. El resto era de gestión privada.
-En segundo lugar, el museo se emplaza exactamente donde se perforó el Pozo N° 2, el que confirmó la existencia de reservas en el lugar.
La entrada al museo cuesta $ 10 (aseguro que los vale largamente) e incluye visita guiada más que ilustrativa.
Van a encontrarse con maquinaria y herramientas de todo tipo y todas las épocas; documentos antiguos (hasta legajos del personal y facturas de compras), un repaso gráfico de las eras geológicas, maquetas de los barcos de YPF que se fabricaban en Inglaterra, con un nivel de detalle impresionante (de hecho, esos modelos a escala costaban el 1% del valor total de la nave) Interesante ¿no?.
Se pueden sacar fotos en todos los salones y en el parque abierto (adjunto algunas a este post).




Si tienen ganas de seguir investigando, va perfil facebook: Museo Nacional del Petróleo. Que lo disfruten.

viernes, 8 de junio de 2012

Hola a todos, ¡buen viernes!.
Tomando la quinta consigna de la Actividad N° 2, creo que en menor o mayor medida, todos nos hemos ido convirtiendo en cibermilitantes. Esto conlleva -aunque no lo percibamos así-, a participar más, a ser ciudadanos políticamente activos. Este se refleja en hechos tan simples como reenviar un mail que nos pareció importante, cliquear "me gusta" en Facebook en alguna campaña de interés general, o bien generando nosotros mismos algún comentario que a su vez es compartido y/o comentado por nuestros contactos en sus propios perfiles o blogs.
Ahora bien, más allá de disfrutar de estos canales de comunicación y expresión, creo que debemos ser concientes de la responsabilidad que subyace al uso de estas tecnologías. ¿Cómo? Analizando cuidadosamente las fuentes de los comentarios (muchas veces son reposteos de nuestros amigos y no ha surgido de ellos mismos), evitando redifundir entradas que puedan ser ofensivas al resto de la comunidad red, no subir enlaces de noticias no chequeadas y que puedan dar lugar a confusión (muchas veces son generadas con esa intención).
En fin, disfrutemos libremente la posibilidad de ampliar los límites de expresión y comunicación, pero tengamos siempre presentes las responsabilidad que nos cabe como ciudadanos al hacer uso de las mismas.